Mi nombre es Anayra O Santory Jorge. Entré a la UPR después de la huelga del 80-81 a una Universidad, castigada como la de ahora, por la insolencia de protestar un marcadísimo aumento de matrícula. Como much@s de l@s estudiantes de hoy, vengo de una familia trabajadora. Mi papá, con un modesto sueldo de empleado gubernamental, crió a una familia de cuatro niñ@s. Trabajo desde los 16 años. Entré a la UPR con la Beca Pell y los ahorros que había hecho trabajando de cajera en un supermercado al por mayor. Llegaba al trabajo a las 6 am, en el pon que me daba un vecino, y a las 10:30 am comenzaba en la Universidad.
Después del primer año, pude dejar de levantarme todos los días a las 5:00 am porque recibí la exención de matrícula, la cual mantuve hasta que me gradué de un bachillerato en Filosofía y del Programa de Estudios de Honor. Fui uno de los promedios más altos de mi clase graduanda y recibí la más alta distinción de mi Departamento.
La exención de matrícula me permitió sobrevivir austeramente, diría yo, monacalmente, con lo que "llegaba" de la Beca Pell. Con esto, como uds ahora, pagué escasos libros, numerosas copias, varios hospedajes y el ocasional viaje en la difunta "Motor Coach" a visitar mi familia. Mi primer préstamo ($1,200) y único de estudiante, lo tomé para pagar el pasaje cuando me fui a hacer estudios doctorales. Terminé dichos estudios con igual éxito, obtuve una Fulbright posdoctoral y regresé hace una década a la Universidad de Puerto Rico, donde enseño filosofía con toda la dedicación de la que soy capaz. Según el Sr. Fortuño yo fuí un gasto para el pueblo de Puerto Rico entonces. Su gobierno, en la lógica crematística que le impone a todo, no es capaz de verme, ni verlos, como una productivísima inversión.
Al igual que uds me ofende la aseveración del gobernador que "les sobra dinero" después de pagar la matrícula. Si, sobra algo. Y si con esfuerzo y mérito ganas la exención, te sobra un poco más; el poquito más que ahora les regatean. El poquito que sumado a un gran amor a lo que estudias, un inquebrantable compromiso contig@ mism@ y una buena dosis de ilusión sobre la contribución que puedes hacer al país, te hará sobrevivir con dignidad y con hasta alegría, la estrechez del camino que se debe recorrer hasta graduarse.
Ya quisiera yo que nuestro reclamo fuera el de construir cada vez más anchas alamedas por donde puedan llegar a la Universidad tod@s los hij@s meritorios de este país! Nuestro reclamo es mucho más humilde: queremos que los caminos que afanosamente hemos recorrido no se les llenen a otr@s de matojos y espinas.
Venceremos.
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