miércoles, 19 de mayo de 2010

Exención de matrícula: Caso de Exito 801-ABRIENDO PUERTAS

La dedicación a la educación es el mejor valor que un padre le puede inculcar a su hijo, y más aún, un hombre a la sociedad. Como hija menor de una madre divorciada, que su único sustento era el seguro social, tuve que aprender a luchar por lo que quería y sobre todo enfocarme en mis estudios. Mi madre siempre me dijo que no podía ofrecerme lujo alguno, pero que sí haría todo lo posible por darme la mejor educación. Aunque muchos le decían que yo debía estudiar en escuela pública porque no teníamos dinero, ella les contestaba que era lo único valioso que me podía ofrecer. Ella siempre me decía que la eduación era lo más importante y que me aseguraría un mejor futuro. No es de extrañar que el mejor regalo que podía ofrecerle por su esfuerzo era ser una estudiante de excelencia, tanto en mis años de escuela hasta en la universidad.

A pesar que fuí aceptada en varias universidades de Estados Unidos para estudiar mi bachillerato, decidí ingresar a la Universidad de Puerto Rico Recinto de Rio Piedras, en la Facultad de Administración de Empresas (FAE). Aún con las becas privadas y préstamos que me ofrecían, no me iba a alcanzar para estudiar fuera de Puerto Rico. Por lo tanto, con apenas 17 años me dije: "¿para qué graduarme con casi $100,000 en deudas si puedo recibir una eduación de calidad a un precio menor? Peor aún, con tantas deudas, ¿Cómo iba a poder sufragar estudios graduados luego, si ahora se debe tener una maestría para adquirir un nivel competitivo mayor?

Cuando entré a la famosa IUPI, estaba enfocada que como no iba a estudiar a Estados Unidos, quería por lo menos irme de intercambio. Por tal razón, sobreviví mi primer año estudiando fuerte como siempre lo había hecho, para que mi madre se sintiera orgullosa, y trabajando para poder ahorrar todo lo recibido en beca. De otro modo, ¿Cómo iba yo a soñar con irme de intercambio? Obvio que mi madre no me lo podía costear. Tal fue mi esfuerzo, que terminé mi primer año de universidad con 4.0 de promedio. Fue entonces que recibí una hermosa carta de bienvenida al Cuadro de Honor de la FAE. La carta vino acompañada de una excelente noticia: tal honor me hacía merecedora de una exención de matrícula. ¿Qué tu me dices? ¿Que voy a estudiar gratis? Como se imaginarán, corrí por toda la casa con alegría exclamando: no pago matrícula, un año de estudios gratis. Me sentía afortunada por poder tener la dicha de no pagar por estudiar, el mejor regalo. Ya para mi segundo año, tenía más dinero disponible que iba directo a mi cuenta de ahorros que tenía como objetivo costearme los estudios de intercambio.

Cuando me fuí a orientar sobre el programa de intercambio me dijeron que habían dos planes de pago. El primero consistía de pagar el costo de la universidad que me recibía, unos $11,000 por el año. El segundo, muy atractivo, sólo pagaba lo que me costaban los estudios de la UPR. Por lo que analicé, si tengo otro año de exención de matrícula puedo estudiar en Estados Unidos gratis. Efectivamente, logré entrar nuevamente al Cuadro de Honor y me fuí a la Universidad del Estado de California, Recinto de Los Angeles pagando lo mismo de la UPR, nada. Por tal razón, todo lo ahorrado, la beca corriente y el préstamos estudiantil me sufragaron los costos de vivir un año en Los Angeles: $20,000 en total, aproximadamente.

Una vez de regreso, en mi cuarto año de universidad y como mi disciplina de estudio no cambió mientras estaba en el conocido CalStateLA, volví a ser merecedora de tal exención. Esto me ayudó a reponer mi presupuesto y volver a empezar. Además, continué el currículo de Drama para poder trabajar en mi segunda concentración, clases que empecé mientras estaba de intercambio. Sí, Administración de Empresas y Drama. Tremenda combinación para nutrirse de diferentes líneas de pensamientos. Con el uno, desarrollo las destrezas sistemáticas, con el otro las analíticas. Ahora en mi quinto y último año de estudios, suficiente para completar casi 180 créditos, muchos como para que salieran de mi pequeño bolsillo, tuve que tomar una decisión: Dejar el trabajo que tenía a tiempo parcial para participar en un programa de internado. Como estudiante, entendí que era importante adquirir experiencia profesional para tener mayores y mejores oportunidades de empleo luego de graduarme. Así fue, todo un semestre sufragando mis gastos básicos con la beca, que por la exención que llevaba recibiendo por cuarto año consecutivo, me sobraba completa. Logré sobrevivirlo y completar mi bachillerato general y la concentración en Mercadeo. Ya para el segundo semestre me dieron trabajo a tiempo parcial porque vieron en mí una empleada luchadora, fruto del esfuerzo realizado en mis últimos años. Y si el panorama entonces empezó a parecer casi perfecto, a mi abuela le encontraron cáncer. Como al trabajar tenía dinero suficiente para aportar a los altos costos de deducibles de consultas, medicinas y estudios médicos de mi abuela, con la beca sufragué los gastos personales: materiales de arte, libros, comida, gasolina, entre otros.

Ahora en mayo 2010, a tres semanas de terminar mi segunda concentración y al fin graduarme, luego de 5 largos pero fructíferos años, inició una lucha con la cuál me sentí identificada desde antes de que empezara. Una vez, en los pasillos de Drama encontré un pequeño papel que anunciaba que las exenciones de matrícula corrían peligro de ser eliminadas. No era menos que me indignara pues no podía creer que las oportunidades que tuve gracias a la exención, otros estudiantes ya no las podrían tener. Cuando inició, me dediqué a fomentar el apoyo a la inesperada huelga indefinida. Hoy, 16 de mayo de 2010, soy una estudiante que desistió de la idea de desfilar ante la multitud con toga y birrete para que más estudiantes puedan crecer, al igual que yo, a nivel académico, profesional y personal. Más importante que una ceremonia, lo es todo el conocimento y la experiencia ganada a través de la vida universitaria. Después de todo, gracias a esas oportunidades antes mencionada, puedo decir hoy que conseguí trabajo a tiempo completo en medio de todos los empleos que día a día se pierden. Sin la beca y sin la exención, sería un número más en las filas del desempleo. Espero que se abran las negociaciones y la lucha llegue a sus fin con la celebración de que muchos otros podrán disfrutar al igual que yo de una educación superior de calidad y gratuita.

Jucely Salgueiro, BAE

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