Mi nombre es Ramonita Gómez Cuebas. Soy periodista hace 20 años y estudié el bachillerato gracias a las ayudas económicas del Estado y del Imperio. En los tiempos revueltos de los ’70, la beca Pell se llamaba BEOG.
También había una ínfima cantidad que aportaba el gobierno central para quienes manteníamos cierto promedio académico.
Hice un préstamo estudiantil –federal, según distinguían entonces, significando que podía ser de cuatro cifras- el cual nunca pagué por un albur de la vida.
No obtuve mi BA del Colegio de Mayagüez con honores porque me distraje haciendo piquetes, huelgas, protestas contra el militarismo del ROTC en la universidad; cerrando por la fuerza un salón comedor ‘deluxe’ para administradores (con cerveza de barril y mantelería), mientras a nosotros la compañía norteamericana Slater nos servía abominables ‘alimentos’. Por supuesto que nunca lo inauguraron, pues los estudiantes les viramos las bandejas a la Slater, y parece que eso tuvo poder de convencimiento.
Pero a fin de cuentas me gradué. Siete años me tomó hacer un bachillerato en Humanidades, Pedagogía y Drama (convalidada esta especialidad por la UPR central); porque la distracción incluyó casarme, tener un hijo y divorciarme estando en la universidad.
Para hacer corto un cuento muy largo –siete años, imagínenlo- les digo como le dije a un cuñado recientemente “a mí la universidad me cambió la vida”. Lanzada a la vida desde un hogar de campesinos agricultores, soy primera generación de universitarios. Con eso lo digo todo. Y por supuesto que he continuado estudios -formales e informales- en historia y literatura, etcétera, etcétera, etcétera.
jueves, 20 de mayo de 2010
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